La localidad de Colonia Caroya se encuentra a 44 kilómetros de la ciudad, en dirección al norte por la ruta nacional número 9. En Caroyapa (voz que significa “cara de cuero” en lengua quichua), las manos de nativos y negros levantaron los muros de la Estancia Jesuítica de Caroya bajo las indicaciones de la de la orden de la Compañía de Jesús.
Pasaron 408 años de la adquisición de las tierras que dieron origen a esta estancia, la primera del conjunto de establecimientos declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y su estructura aún conserva un magnetismo que atrae a los turistas en búsqueda de un paseo histórico y cultural. Las paredes de la estancia cuentan numerosas historias entre las que se encuentra la de la espada forjada allí y entregada al general José Gervasio Artigas, líder en la lucha por la independencia.
Bajo la orden de la Compañía
Durante el período colonial, diferentes instituciones económicas, políticas y sociales se trasladaron de Europa a América. Entre ellas, diferentes órdenes religiosas, como la Compañía de Jesús, alcanzaron un importante desarrollo religioso, político, económico y social que floreció hasta 1767, cuando fueron expulsados por la corona española de sus territorios americanos.
En 1616 la Estancia Jesuítica de Caroya fue levantada como el primer establecimiento rural cuya función era, principalmente, la elaboración de frutales y hortalizas destinadas al abastecimiento del actual Colegio Nacional de Monserrat. Alrededor de la estancia se construyeron acequias para regar la huerta y jagüeles para dar de beber a los animales.
La primera fábrica de armas blancas
Luego del período jesuítico, la Estancia fue administrada por la orden franciscana hasta que, a inicios del siglo XIX, dependía del Virreinato. A partir de la Revolución de Mayo de 1810, la Estancia de Caroya se encontró ligada a las vicisitudes ocasionadas por el contexto de guerra permanente contra la corona española, que resistió principalmente en el Alto Perú. Su ubicación a la vera del Camino Real al Norte la convirtió en un sitio estratégico y lugar de abastecimiento de las milicias patriotas. La casona de las Sierras Chicas fue testigo permanente del paso de las tropas que luchaban por la independencia.
Entre 1814 y 1816, por su ubicación y características edilicias, la Estancia de Caroya fue elegida por las Provincias Unidas del Río de la Plata para la instalación de la primera fábrica de armas blancas, cuyo objetivo era el abastecimiento a los ejércitos patriotas. Fue allí donde se forjó el histórico sable que el gobernador José Javier Díaz le obsequió, en 1815, al general José Gervasio Artigas. Actualmente, la espada original descansa en el Museo Histórico Nacional de Uruguay, en Montevideo. En el año 1955, y con motivo de realizarse en Córdoba la inauguración de una estatua de José Artigas, las Fuerzas Armadas Uruguayas ofrendaron a la Provincia de Córdoba una copia exacta del sable, la que se exhibe actualmente en la Estancia de Caroya.
Un albergue para inmigrantes
La estancia pasó a manos del gobierno nacional y en 1876, en plena política de promoción a la inmigración europea, el presidente Nicolás Avellaneda dispuso que fuera el lugar de alojamiento de los inmigrantes provenientes de la región de Friuli, en Italia. Esos mismos colonos organizarían luego el poblado en cercanías del casco de la estancia.
La casa está estructurada alrededor de un patio central. El claustro está conformado por diez habitaciones, con muebles y objetos de diversas épocas, y una casilla que data del siglo XVII. Su estructura edilicia muestra rasgos arquitectónicos propios de los siglos XVII a XIX, marcados por las distintas etapas de utilización de la casa. En la actualidad la estancia acoge un museo pluritemático y un centro de interpretación.
Para visitar…
La Estancia Jesuítica de Caroya puede visitarse de martes a viernes de 9:00 a 19:00 horas. Hay visitas guiadas desde las 9:00 a las 18:00 horas. Los sábados, domingos y feriados el horario es de 10:00 a 19:00 horas y las visitas guiadas de 10:00 a 18:00 horas.